Desde hace decenas de décadas, el ajo, bulbo de una planta herbácea originaria de Asia, ha sido ampliamente utilizado en todo el mundo tanto como condimento en la cocina como con propósitos terapéuticos, tanto tópicos como sistémicos. Sin embargo, su consumo durante el embarazo o la lactancia ha generado controversia debido a sus posibles efectos sobre la salud materna e infantil.
El ajo es rico en compuestos como sulfóxidos, tiosulfinatos, polisacáridos, aminoácidos, vitaminas, sales minerales y prostaglandinas. Se le atribuyen diversas propiedades beneficiosas, algunas de las cuales han sido demostradas científicamente, como su efecto hipolipemiante, vasodilatador, anticoagulante, antioxidante y antimicrobiano.
Sin embargo, se han señalado algunas contraindicaciones y riesgos asociados con el consumo de ajo durante el embarazo y la lactancia. Entre ellos, se destaca la posibilidad de provocar alergias tanto generalizadas como de contacto, así como quemaduras locales si se aplica directamente sobre la piel, especialmente en el área de la areola y el pezón durante la lactancia.
Además, se ha observado que el ajo posee un efecto antiagregante plaquetario, lo que significa que puede interferir con la coagulación sanguínea. Por esto, las madres con trastornos hemorrágicos deben evitar su consumo excesivo. Un aspecto importante a tener en cuenta es que el ajo puede interactuar con ciertos medicamentos, como los antirretrovirales utilizados en el tratamiento del VIH, disminuyendo su eficacia al competir con su metabolismo hepático. Por lo tanto, es muy importante que las mujeres embarazadas o en período de lactancia que estén tomando medicamentos consulten con su médico antes de incorporar el extracto de ajo a su dieta.
A pesar de estos posibles riesgos, el ajo sigue siendo una de las plantas más utilizadas durante la lactancia en muchas partes del mundo. Algunas culturas lo emplean como galactogogo, es decir, para aumentar la producción de leche materna, aunque no existen pruebas científicas documentadas que respalden esta afirmación. Por otra parte, se ha observado que el olor y el sabor del ajo pueden transferirse a la leche materna, lo que podría influir en el comportamiento de succión del bebé. Algunas investigaciones sugieren que los bebés pueden succionar durante más tiempo cuando la leche materna tiene un sabor a ajo, y se especula que esto podría contribuir a una mejor aceptación de diferentes sabores durante la introducción de alimentos sólidos.
Es importante destacar que, a diferencia de lo que se creía anteriormente, el ajo no parece ser responsable de provocar cólicos en los pequeños. Entonces, podemos decir que el ajo ofrece una serie de beneficios para la salud, pero su consumo durante el embarazo y la lactancia debe ser moderado y supervisado por un profesional de la salud. Como siempre, la precaución y la prudencia son fundamentales cuando se trata de la salud.