Cuando se trata de elegir aceites para cocinar, el aceite de oliva y el aceite de canola son dos de las opciones más populares. Ambos tienen beneficios nutricionales, pero presentan diferencias clave que pueden influir en tu salud a largo plazo. El aceite de oliva, especialmente el extra virgen, es ampliamente reconocido por sus efectos positivos en la salud cardiovascular. Su alto contenido en grasas monoinsaturadas ha demostrado reducir el colesterol LDL ("malo") y aumentar el colesterol HDL ("bueno"). Además, el aceite de oliva es rico en antioxidantes como los polifenoles, que tienen propiedades antiinflamatorias. Estos compuestos naturales ayudan a reducir la inflamación en el cuerpo, lo que puede disminuir el riesgo de enfermedades crónicas como las enfermedades cardíacas, diabetes tipo 2 y trastornos metabólicos. Los estudios también han mostrado que los polifenoles del aceite de oliva son eficaces en la inhibición de proteínas y enzimas inflamatorias, ayudando a mantener el cuerpo en un estado saludable y equilibrado.
Además de sus beneficios en la salud cardiovascular, el aceite de oliva también contiene vitamina E, un potente antioxidante que protege las células del daño oxidativo y favorece la salud de la piel. Otro aspecto importante del aceite de oliva es su capacidad para mejorar la sensibilidad a la insulina, lo que es especialmente relevante para personas con diabetes tipo 2. El ácido oleico, el principal componente del aceite de oliva, también ha demostrado tener efectos antiinflamatorios y puede ayudar a reducir la resistencia a la insulina. Estos beneficios lo convierten en una opción excelente para aquellos que buscan cuidar su salud a largo plazo.
Sin embargo, es importante recordar que el aceite de oliva tiene un punto de humo relativamente bajo, especialmente el extra virgen, que oscila entre los 190-210 °C. Esto significa que no es la mejor opción para cocinar a altas temperaturas, como al freír alimentos. Aunque es ideal para aderezos, salsas y para añadir a platos ya cocidos, no es recomendable someterlo a temperaturas extremadamente altas, ya que sus propiedades beneficiosas se pueden degradar.
En cambio, el aceite de canola, que se extrae de las semillas de la planta de colza, es una opción comúnmente utilizada en la cocina debido a su resistencia al calor y su bajo costo. Tiene una proporción relativamente equilibrada de grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas, y su contenido de grasas saturadas es bajo. Sin embargo, lo que hace que el aceite de canola sea controvertido es su alto contenido de ácidos grasos omega-6. Aunque los omega-6 son esenciales para el cuerpo, el exceso de estos en la dieta, especialmente en relación con los omega-3, puede contribuir a la inflamación crónica. La inflamación crónica es un factor clave en el desarrollo de enfermedades como la artritis, enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2. Esto se debe a que el aceite de canola, al ser una fuente rica de omega-6, puede favorecer la inflamación en el cuerpo, sobre todo si se consume en grandes cantidades.
A diferencia del aceite de oliva, el aceite de canola se somete a un proceso de refinamiento en el que se utilizan altas temperaturas y productos químicos. Este proceso reduce su contenido de nutrientes beneficiosos, como los antioxidantes, y puede dar lugar a la formación de compuestos tóxicos que pueden ser perjudiciales para la salud. Aunque el aceite de canola contiene pequeñas cantidades de ácidos grasos omega-3, estas cantidades no son suficientes para contrarrestar los efectos negativos de los omega-6 en exceso, especialmente cuando se consume con frecuencia.
Por todas estas razones, el aceite de oliva se presenta como la opción más saludable entre estos dos. Su capacidad para reducir la inflamación y sus propiedades antioxidantes lo convierten en una mejor opción para la salud a largo plazo. Aunque el aceite de oliva no debe ser utilizado a altas temperaturas, es ideal para usos como aderezos, salsas y en platos donde no se requiera calor intenso. El aceite de canola, por otro lado, aunque no está exento de beneficios, presenta un mayor riesgo de promover la inflamación y, debido a su proceso de refinamiento, tiene menos nutrientes beneficiosos. Por lo tanto, elegir aceite de oliva, especialmente el extra virgen, es una opción más saludable y recomendable para la mayoría de las personas.
Fuentes:
Grosso, G., Boffetta, P., & La Vecchia, C. (2015). Diet, physical activity and cancer: an overview of the epidemiological evidence. European Journal of Cancer Prevention, 24(4), 275-285.
Güçlü-Üstündağ, Ö., & Mazza, G. (2007). Saponins: Properties, applications and processing. Food Research International, 40(5), 341-352.
Micha, R., Peñalvo, J. L., Cudhea, F., & Rehm, C. D. (2017). Association Between Dietary Factors and Mortality From Heart Disease, Stroke, and Type 2 Diabetes In the United States. JAMA, 317(9), 912-924.
Simopoulos, A. P. (2002). The importance of the omega-6/omega-3 fatty acid ratio in cardiovascular disease and other inflammatory diseases. Experimental Biology and Medicine, 227(8), 673-680.
Zambon, D., Capurso, A., & Galli, C. (2002). Olive oil and health: A review. Nutrition, Metabolism & Cardiovascular Diseases, 12(1), 27-32.